Por un momento, Pedro sintió una conmoción en la costra de su gran abandono. Poco faltó para que su emoción se tradujera en lágrimas. El sabía su secreto. En su alma existía siempre el abrazo de la soledad. En su corazón, el cariño del desaliento, y en sus mejillas, apenas, a veces, la leve caricia de un viento anónimo y errabundo.
El palacio japonés. J.M. de Vasconcelos.
There once was a woman, a strange kind of woman, the kind that gets written down in history.
Demasiadas veces tenemos miedo. Miedo de lo que podríamos no ser capaces de hacer. Miedo de lo que podrían pensar si lo intentamos. Dejamos que nuestros temores se apoderen de nuestras esperanzas. Decimos que no cuando queremos decir sí. Nos callamos cuando queremos gritar y gritamos con todo cuando deberíamos cerrar la boca. ¿Por qué? Después de todo sólo vivimos una vez. No hay tiempo de tener miedo. Entonces BASTA. Hacé algo que nunca hiciste, atrevete. Olvidate de que te están mirando. Intentá la jugada imposible. Corré el riesgo. No te preocupes por ser aceptado. No te conformes con ser uno más. Nada te ata, nadie te obliga. Se vos mismo. No tenés nada que perder y todo, todo, por ganar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario